El Club de los Poetas Muertos

Donde los sueños se funden con la realidad.

viernes, septiembre 02, 2005

Costumbres.

Ahmed sujetaba su taza de café mientras observaba al hombre solitario de la última mesa. Le veía leer el periódico mientras saboreaba el humo de su cigarro, y era esto último lo que le fascinaba. No llevaba mucho tiempo allí, y en su tierra no acostumbraban a aspirar las emanaciones tóxicas de la combustión de plantas muertas, por lo que aquel ritual le sorprendió notablemente la primera vez que lo vio. Su hermano le había pedido que le esperara en esa cafetería y hacía unos segundos le había llamado para advertirle que llegaría tarde, así que ahora, por primera vez desde que desembarcara, tendría tiempo de averiguar qué sentía la gente consumiendo ese producto.

Se acercó al fumador, que acababa de apagar la colilla de su cigarro, y permaneció expectante durante un momento, hasta que éste levantó la vista, un tanto molesto por la presencia del descarado inmigrante. Entonces Ahmed, rápidamente pero también con sumo cuidado, introdujo una de sus manos en la boca del sorprendido hombrecillo. Empujó su brazo hacia dentro hasta que su codo quedó rozando el labio superior; juzgó que no era suficiente, e introdujo todo el brazo hasta el hombro. Palpó durante un breve minuto (aunque no pareció breve, sino eterno a la par que incómodo, al fumador) el interior de los pulmones, y finalmente extrajo toda su extremidad, llena de babas y restos orgánicos. El fumador le contempló, perplejo, con la mirada un tanto perdida. Su expresión, su sudor, su ritmo cardíaco y la descarga de adrenalina que recorría su cuerpo, delataban que acababa de participar en un fenómeno inquietante e inaudito, pero por más que se esforzaba no lograba recordar de qué se trataba. Finalmente su memoria aceptó la derrota y el hombre se encogió de hombros y continuó su lectura, preguntándose eventualmente qué sabor, aparte de tabaco, notaba en su boca.

A varias mesas de distancia, Ahmed examinaba su brazo, especialmente las yemas de sus dedos. Las olisqueó, e incluso tocó con la punta de la lengua una de ellas, analizando el sabor. Llegó a la conclusión de que fumar era una costumbre estúpida y de mal gusto. No sería esa la última vez que opinaría así sobre una costumbre local.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¿No te comenté ya sobre este texto? Limpia, precisa, inteligente. Raro. Más que nada... raro.

El Mago:*

01:31  

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