El Club de los Poetas Muertos

Donde los sueños se funden con la realidad.

sábado, septiembre 10, 2005

El padre de la Orquídea

Una pareja hablaba mientras paseaba de la mano por el Port Vell. Llamaba la atención el hombre, que tendría unas tres décadas más que la joven que le acompañaba. Pero a ellos no parecía importarles aquella insignificante diferencia.
Las luces del atardecer se reflejaban en el agua del puerto y ellos ya habían andado desde un extremo del paseo hasta Colón.
—Creo que no ha sido bueno que Alicia nos viera esta mañana juntos… —, comentó Enrique.
—¿Bromeas? ¡Si se lo ha pasado en grande metiéndose con nosotros! —, rió Eva—. Además, ya es mayorcita para entender esas cosas.
—¿Tú crees? —, se sorprendió él.
Eva se rió aún más, pero otra parte de su ser, algo más maternal, estaba apenada porque Alicia no hubiera crecido con una figura femenina a su lado. Una madre.
—Ya veo que tú y tu hija no habéis tenido la charla sobre de dónde vienen los niños…
—¿Para qué? Ella nunca lo preguntó, además, todas esas… dudas se las solucionaría la psicóloga en el primer año de instituto —, dijo. Parecía algo avergonzado por no poder hablar del tema con tanta naturalidad como Eva.
—Tranquilo, eso le pasa a muchos padres solteros, según me han dicho.
La intención de Eva era animarle, y Enrique lo sabía.
—No creas que hemos vivido un drama ni que su madre murió de cáncer ni nada trágico, ¿eh?
—¡Nunca me has hablado de cómo decidiste adoptarla!
Enrique intentó poner en orden sus pensamientos antes de regresar al pasado; no quería encontrarse con recuerdos desagradables por el camino. Una vez estuvo organizada su explicación, le indicó a la periodista que se sentara en un banco y empezó a hablar.
—Lo que te voy a contar es un absoluto secreto. A Alicia le dije que sus padres y ella iban de vacaciones a una casa que tenían en la costa marsellesa, que ellos murieron en un accidente de tráfico, ella se salvó y yo la adopté porque sus padres fueron alumnos míos. Alicia cree que sus padres eran excelentes personas, que la querían mucho y toda la película que te quieras montar. La realidad no es exactamente así.
»Su madre la tuvo muy joven y su padre nunca apareció. La madre era alumna mía en el Liceo francés y en 1988 le concedieron una beca para estudiar durante un año aquí, en España. Yo era el único que sabía de su estado, así que me ofrecí como tutor suyo para poder acompañarla, dado que yo conocía bien el país y podría orientarla. No pudo aprovechar la beca porque, en cuanto sus padres se enteraron de que estaba embarazada, hicieron malabarismos en el consulado para que ella volviera.
—¿Puedes decirme cómo se llamaba la madre de Alicia?
—No debería... está bien, Françoise Boulogne, y deja de ponerme esos ojitos. Ella fue, probablemente, la alumna más inteligente que he conocido, después de su propia hija, claro está. El caso es que nos mantuvimos en contacto cuando el bebé nació al invierno siguiente, en febrero de 1989. La llamó Alice Claire Boulogne.
—Qué bonito.
—Lo que vino después no fue nada bonito. La familia de Françoise renegaba de ella y del bebé, así que tuvo que marcharse de su casa en Lyon. No sé por qué no me pidió ayuda, no sé por qué no me molesté en averiguar la razón de que sus cartas se retrasaran durante los siguientes años… sólo volví a saber de ella años después, cuando un colega mío del Liceo me llamó para decirme que Françoise estaba en el hospital. Más tarde me enteré de que se drogaba. Y mucho.
Eva no dijo nada, pero los ojos se le llenaron de lágrimas.
—Joder, Enrique, menos mal que no iba a ser una historia trágica. ¿Y lo dices así, tan tranquilo?
—De eso hace ya mucho, todavía me siento responsable por no haber cuidado más de mi alumna, pero… —, suspiró y cerró los ojos unos instantes—, trato de compensar los daños siendo el padre de Alicia. Cuando Françoise tuvo aquel accidente de coche… bueno, Dios sabe qué se tomaría, pero el coche terminó en el desguace, la madre en un centro de desintoxicación y la niña de ocho años que viajaba en el asiento trasero se salvó milagrosamente. ¿No te parece extraordinario que Alicia se pusiera el cinturón de seguridad sin que se lo dijera su madre? Ya te digo que es más lista que su madre, si es que eso es posible. Françoise tenía una mente prodigiosa para los números, era una calculadora humana…
Eva se fue calmando, imaginando lo mucho que habría tenido que sufrir Alicia.
—No sé si te he dicho que mi hija perdió la memoria en aquel accidente.
—¡Dios Santo!
—Sí, eso dije yo cuando me llamaron desde el hospital de la Santísima Trinidad. Françoise llevaba entre su documentación una vieja carta que yo le había escrito hacía muchos años, felicitándole por la beca lograda y animándola para que cumpliera sus sueños, así que alguna enfermera espabilada consultó mi nombre en la guía telefónica de Barcelona (todavía hoy me pregunto de dónde la sacaría) y me llamó. Françoise no quiso verme; supongo que estaba avergonzada y no quería que la viera en aquel estado. Pero sí pude ver a Alicia un rato, cuando estaba inconsciente.
—¿Y Alicia no recuerda nada de aquel día?
—Ni de los anteriores. De hecho, en cuanto se despertó en el hospital… se volvió como loca. Se escapó por la ventana y echó a andar por la ciudad. Madre mía, cada vez que recuerdo el miedo que pasé aquel día… la encontré, al final, quitándole la merienda a una niña en el patio de un colegio cercano. La adopté a los dos meses, fue un papeleo bastante rápido, teniendo en cuenta mi historial.
Eva ya sabía que Alicia tenía habilidades con las que alunos superhéroes sólo podían soñar. Y sabía que era la ladrona más joven de la Historia. Y también que Alicia era Orquídea Negra, una sombra en un museo, un fantasma que deambulaba por la ciudad cada noche. La mejor ladrona del mundo. Pero Eva sabía algo que el resto de personas ignoraba: Orquídea tenía sentimientos. Y aquel era un secreto hasta para la propia Alicia.
—Oh… lo primero que recuerda Alicia de su infancia es que huía de un hospital… como… como…
Eva se calló la palabra que se le había cruzado por la cabeza.
—¿Una ladrona? —, ayudó Enrique, comprensivo—. Bueno, ella siempre ha tenido ese talento natural, casi instintivo. Aunque se ha entrenado a conciencia con sus hermanos y yo le he enseñado mucho, el mérito es todo suyo.
—¿Y no podría utilizar sus dones para algo útil a la sociedad?
Enrique calló unos segundos, casi divirtiéndose al imaginar la cara que pondría Alicia si hubiera oído la pregunta de la periodista, e invitó a Eva a levantarse.
—No quería estropear la tarde con recuerdos poco agradables. ¿Te apetece un café?
—Sí, por favor —, sonrió ella aceptando el brazo que le ofrecía Enrique para apoyarse—. Oye, ¿y qué fue de Françoise?
—No lo sé. Nunca la volví a ver. Busqué en el centro de desintoxicación que me indicaron, pero no estaba registrada, y no ha vuelto para reclamar a su hija, así que… bueno, lo importante es que Alicia tiene una familia.
—Pero nunca ha sido una niña. Eso es tan triste… ahora entiendo mejor su comportamiento…
El caballero volvió a guardar silencio y decidió comprarle a su dama unas flores en un quiosco. Se cuidó muy mucho de no elegir las orquídeas por los recuerdos que acarreaban, pese a ser la flor con el significado más adecuado para Eva: inteligente y bella. Una simple rosa le pareció casi un insulto, así que no sabía cuál escoger…
Eva, mientras tanto, hacía como que no se daba cuenta de la galantería de su maduro novio y se entretenía en el quiosco de al lado, mirando las revistas.
Lo que sucedió a continuación fue rápido y confuso, pero se intentará describirlo con precisión.
Un Mercedes gris plata derrapó junto a la acera donde Eva leía distraídamente. Apenas tuvo tiempo para darse la vuelta cuando dos tipos ocultos bajo pasamontañas la inmovilizaron y la metieron en el coche. Los reflejos de Enrique Castells ya estaban más que activos, pero uno de los dos enmascarados, le disparó antes de que pudiera dar un paso hacia ellos.
Los niños lloraban abrazados a sus madres, asustados por el disparo. Los que tuvieron más temple, se acercaron a atender al hombre canoso que yacía sobre la acera junto a un ramo de flores. La sangre que manaba de su cuerpo y teñía las flores fue lo último que vio Enrique antes de perder el conocimiento.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

La idea es muy buena como principio para una historia más larga. Pule los párrafos y cuidado con repetir información, da aspecto de poco trabajado (a menos de que lo utilices como recurso humorístico o para acentuar emociones).

Hablanos de la Orquidea, muestrala "trabajando".

El Mago:*

01:26  
Blogger Artemisa said...

^_^ Je, pues resulta que es un trozo de una historia más larga, un trozo de los que más me gustan, así que lo he colgado para ver qué opinábais.

¿He repetido información?... será mejor que lo relea, gracias por avisar!

Ah, por cierto, en la historia raíz (que aún no está acabada), Orquídea Negra es la protagonista. =p Aquí he querido jugar, experimentar un poco, y poner de prota a su padre.

19:06  

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